Descubre cómo el ejercicio físico puede ser una herramienta clave en la recuperación y mejora de la calidad de vida de pacientes con cáncer de seno.


El cáncer de seno es una de las formas más comunes de cáncer en mujeres, y su tratamiento puede implicar una combinación de cirugía, quimioterapia, radioterapia y terapia hormonal. Estos tratamientos, aunque esenciales, pueden generar efectos secundarios físicos y emocionales que afectan la calidad de vida de los pacientes. En este contexto, el ejercicio físico ha demostrado ser un aliado valioso, contribuyendo de manera positiva no solo a la recuperación física, sino también al bienestar emocional. A continuación, exploraremos cómo el ejercicio puede beneficiar a los pacientes con cáncer de seno en diferentes etapas de su proceso de tratamiento y recuperación.


1. Mejora de la fatiga relacionada con el tratamiento


Uno de los efectos secundarios más comunes del tratamiento del cáncer de seno es la fatiga. A menudo, los pacientes experimentan una sensación de cansancio extremo que no mejora con el descanso. Aunque pueda parecer contradictorio, la actividad física regular puede ayudar a reducir la fatiga, ya que mejora la circulación, aumenta los niveles de energía y contribuye a la liberación de endorfinas, que son hormonas que elevan el ánimo.


El ejercicio moderado, como caminar, practicar yoga o realizar ejercicios de bajo impacto, puede ser especialmente útil para combatir la fatiga. Estudios han demostrado que las personas que practican ejercicio de forma regular durante el tratamiento oncológico tienen menos probabilidades de experimentar fatiga severa, lo que mejora su calidad de vida diaria.


2. Mantenimiento de la masa muscular y la fuerza


Los tratamientos para el cáncer de seno, especialmente la quimioterapia y la terapia hormonal, pueden llevar a una disminución de la masa muscular y la fuerza. Esta pérdida de masa muscular no solo afecta la capacidad para realizar actividades cotidianas, sino que también puede reducir la movilidad y la independencia.


El entrenamiento de fuerza, realizado con supervisión y adaptado a las necesidades del paciente, puede ayudar a mantener o incluso aumentar la masa muscular durante el tratamiento. Ejercicios con pesas ligeras, bandas elásticas o el propio peso corporal son formas efectivas de fortalecer los músculos sin forzar el cuerpo. Además, el ejercicio de fuerza contribuye a mejorar la densidad ósea, lo cual es crucial para pacientes con riesgo de osteoporosis como resultado de la terapia hormonal.


3. Reducción del riesgo de linfedema


El linfedema es una acumulación de líquido linfático en los tejidos que puede ocurrir después de la extirpación de ganglios linfáticos o la radioterapia en el área de las axilas. Este problema puede causar hinchazón y dolor en los brazos y manos. Durante mucho tiempo, se pensó que el ejercicio podría empeorar el linfedema, pero investigaciones recientes sugieren lo contrario.


De hecho, un programa de ejercicios bien diseñado puede ayudar a reducir el riesgo de linfedema o controlar sus síntomas en quienes ya lo padecen. El ejercicio suave, especialmente los ejercicios de estiramiento y fortalecimiento específicos para el brazo afectado, pueden mejorar la circulación y el drenaje linfático, aliviando la hinchazón. Es recomendable trabajar con un fisioterapeuta especializado en oncología para diseñar un programa seguro y eficaz.


4. Beneficios emocionales: Reducción de la ansiedad y la depresión


El diagnóstico y tratamiento del cáncer de seno conllevan un gran impacto emocional. La incertidumbre, el dolor y los cambios físicos pueden provocar ansiedad, depresión y baja autoestima. Sin embargo, el ejercicio se ha identificado como una herramienta poderosa para mejorar la salud mental y emocional de los pacientes.


Al realizar actividad física, el cuerpo libera endorfinas y otros neurotransmisores que generan una sensación de bienestar y reducen los síntomas de la depresión y la ansiedad. Además, el ejercicio ofrece una forma de distracción positiva y puede ser una oportunidad para socializar, especialmente en clases grupales como yoga o pilates, lo cual ayuda a combatir la soledad que algunos pacientes experimentan durante su tratamiento.


5. Mejora del sistema inmunológico


El ejercicio regular y moderado puede tener un efecto positivo en el sistema inmunológico, lo cual es crucial para las personas con cáncer de seno. Mantener el cuerpo activo estimula la circulación de las células inmunitarias en la sangre, ayudando al cuerpo a detectar y combatir infecciones de manera más eficiente.



Si bien no se trata de un sustituto para el tratamiento médico, la actividad física puede complementar los esfuerzos del sistema inmunológico, contribuyendo a una recuperación más efectiva. Es importante que el ejercicio sea moderado y esté supervisado por profesionales para evitar un esfuerzo excesivo, que podría tener efectos adversos.


6. Control del peso corporal


Durante el tratamiento del cáncer de seno, algunas pacientes experimentan aumento de peso debido a la inactividad o a los efectos secundarios de la terapia hormonal. El ejercicio regular, combinado con una dieta equilibrada, puede ayudar a controlar el peso corporal y reducir el riesgo de recurrencia del cáncer.



Mantener un peso saludable también disminuye la probabilidad de desarrollar otras enfermedades crónicas, como la diabetes y enfermedades cardiovasculares, que pueden complicar el proceso de recuperación. Actividades como caminar, nadar o andar en bicicleta son opciones efectivas para mantener un peso estable y mejorar la salud cardiovascular sin exigir demasiado al cuerpo.


7. Aumento de la calidad de vida y la sensación de normalidad


Participar en actividades físicas regulares puede devolver a los pacientes una sensación de control y normalidad. En un momento en que muchas cosas pueden parecer fuera de su alcance, establecer una rutina de ejercicio les permite retomar el control de su cuerpo y sentirse activos en su propio proceso de recuperación.



El ejercicio también les brinda un objetivo personal más allá del tratamiento médico, ayudando a distraerse y enfocarse en el bienestar. Esto puede ser especialmente valioso después de la finalización del tratamiento, cuando los pacientes buscan retomar sus actividades cotidianas y adaptarse a una nueva normalidad.


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