Pedir ayuda también es de valientes
Cuando hablamos de ser valientes, la mayoría de las veces pensamos en esas personas que levantan más peso en el gimnasio, los que se levantan a entrenar a las 5:00 am o los que nunca se rinden. Pero, ¿sabías que pedir ayuda también es un acto de valentía? Y sí, no solo estamos hablando de cuando no puedes con las pesas y necesitas un “spotter”, sino también cuando necesitas ayuda para cuidar de tu salud mental.
Vamos a ser claros: todos queremos vernos y sentirnos bien. Pasamos horas en el gimnasio, le metemos con todo a las rutinas de entrenamiento y tratamos de cuidar la dieta. Pero, ¿qué pasa cuando nuestra mente también necesita una pausa, un respiro, o una buena conversación?
El entrenamiento físico no lo es todo. Así como fortaleces tus músculos, tu mente también necesita ejercicios de cuidado. Y no hablamos solo de hacer respiraciones profundas o meditar (que, dicho sea de paso, ¡funcionan!). Estamos hablando de saber cuándo buscar ayuda profesional, cuándo hablar con un psicólogo o terapeuta.
Como jóvenes, sentimos la presión: que si debes estar siempre “en tu mejor versión”, que si tienes que rendir bien en la universidad, el trabajo, las relaciones… Y eso, muchas veces, te deja con la cabeza llena de pensamientos que te agotan tanto o más que una rutina de pierna. A veces, necesitamos más que un descanso físico. Necesitamos hablar, soltar, encontrar apoyo.
Aquí es donde entra la importancia de pedir ayuda. No es debilidad. Es valentía pura. Ser capaz de reconocer que algo no está bien y tomar acción al respecto requiere de la misma determinación con la que te pones los tenis todas las mañanas para salir a correr.
Muchos piensan que pedir ayuda es “mostrar debilidad”, pero nada que ver. Los verdaderos valientes son los que enfrentan sus miedos, reconocen que no siempre pueden hacerlo solos y buscan el apoyo que necesitan. Así como en el gimnasio te unes a un grupo para motivarte, también es clave tener un círculo de apoyo para tu salud mental.
Ese círculo puede incluir amigos, familiares, compañeros de gimnasio, o profesionales como psicólogos y terapeutas. Todos ellos pueden ayudarte a mantener el equilibrio entre el esfuerzo físico y mental, algo que es esencial para tu bienestar completo.
¿Sabes qué es lo más bacano? Que no tienes que hacerlo solo. Busca ese parche que te entienda, que te de una mano cuando lo necesites, que te motive cuando te falte fuerza o ganas, y que esté ahí para escucharte cuando quieras hablar.
Y, si sientes que las cosas se están complicando, un psicólogo es un crack para ayudarte a organizar tus pensamientos, entender lo que estás sintiendo y cómo gestionarlo. Así como inviertes tiempo en el gimnasio, también es importante invertir en tu bienestar mental.
Ir al gimnasio no es solo una rutina física. Es un estilo de vida. Pero este estilo de vida tiene que ser integral, que abarque el cuerpo, la mente y las emociones. El equilibrio entre lo físico y lo mental es clave para que te sientas realmente bien.
Recuerda que pedir ayuda no es rendirse. Es fortalecerse desde adentro. Al igual que cuando mejoras tu técnica para levantar peso, mejorar tu salud mental te hará más fuerte, más enfocado, y más capaz de enfrentar cualquier reto que la vida te presente.
Así que, ¿cuál es el siguiente paso en tu entrenamiento? No solo más repeticiones o más cardio. El siguiente paso es asegurarte de que también estás entrenando tu mente, de que tienes un buen equipo a tu lado, y de que no tienes miedo de pedir ayuda cuando lo necesites. Porque, al final del día, pedir ayuda requiere más valentía que la que se requiere al hacer sentadilla libre con cuatro discos a cada lado…